Siempre me he considerado innovador en casi todo aquello a lo que me he dedicado, y no digo bueno ni malo, simplemente innovador. Esta semana andaba reflexionando sobre como he conseguido llevar mi perfil innovador a tantas empresas y proyectos, y la respuesta no es otra que: a través de las personas.

Es obvio que las empresas y su entorno fomentan o minimizan la capacidad de innovación de las personas que en ellas trabajan, pero si os fijáis, he usado fomentar y minimizar, y no crear o anular la capacidad de innovar, pues creo que las empresas no tienen tanto poder como para controlar los extremos, aunque sí lo tiene cada persona que trabaja en ellas.
A alguien le parecerá complicado el concepto de innovación en el entorno de las plantas nucleares (ni confirmo ni desmiento), pero he conocido a personas muy innovadoras en estos sectores.
Como contrapunto, he trabajado con empresas altamente innovadoras (y reconocidas en ese aspecto), y me he encontrado personas totalmente ajenas y cerradas al concepto de innovación.
Por qué explico todo esto, pues como os comentaba al inicio, reflexionando sobre cómo he conseguido ayudar a innovar a algunas empresas (con mayor o menos éxito, pues la innovación no es sinónimo de éxito, pero sí de avance), me he dado cuenta que pese al entorno, funciones, tipo de empresa, responsabilidad, compromiso y un largo etcétera, la raíz de todo se encuentra en la relación de confianza que se crean entre las personas. Y esas personas son con las que tienes que trabajar si quieres innovar.
Y como bien digo «relación de confianza», o sea relación, por tanto algo que involucra dos partes, y ambas deben fomentar y creer en ella para que esa capacidad de innovación brinde sus frutos.
¿Cómo generamos esa relación de confianza?
Pues ahí va mi consejo más allá de fórmulas mágicas: cultivaros.
En el ámbito personal, la confianza nace de percibir, y finalmente comprobar, que una persona es, y no es; o sea, es correcta, educada, amable, atenta, oyente, comprometida, sincera, honesta, y en general todo aquello que uno valora como positivo, y no es todo lo contrario.
En el ámbito profesional, ídem a todo lo anterior, pero además tiene conocimientos, y sabe transmitirlos, y eso sólo se consigue a través del interés en el propio conocimiento y de actitudes correctas, que te llevan a estar seguro de ti mismo y poder transmitir esa seguridad, y finalmente, con todo eso, ayudar a los demás a avanzar.
Ese es el motor de la confianza.
Os dejo un par de reflexiones:
¿habéis pensado alguna vez en por qué confiáis en las personas de vuestro entorno?
¿puede una mala persona confiar en otra mala persona?