Buenas de nuevo a todos los compañeros en las ondas… O eso era en la radio…

Como todos conocéis, ya que este blog siempre ha sido única y exclusivamente visitado por familiares o amigos, la irrupción en mi vida de un «nuevo elemento», junto con algunos cambios en mi vida profesional, propiciaron hace largo tiempo que mi querido blog, quedara relegado a un mero recuerdo de una etapa pasada ¿mejor? ¿peor? Otra…

Bien es cierto, que a los que nos gusta explicar, el gusanillo siempre nos puede, y al final, usando el medio que sea, nos dedicamos en cuerpo y alma a ello. De hecho, sinceramente creo que mi buen hacer en esta última etapa profesional de mi vida, en la que he tenido, y tengo, responsabilidades comerciales y de gestión de recursos humanos, añadidas a las ya más que «sobadas» funciones técnicas, se debe a ese espíritu de compartir lo poco que sé o que he aprendido, esperando que de ese ofrecimiento, mis interlocutores saquen algún provecho o beneficio. Pero esto quizás es motivo de otro post más adelante.

Como os digo, hace años nació mi hijo Biel, que ha sido, es y será lo más importante en lo que he participado en toda mi vida (participación aunque solo sea por el apretón de mano de mi mujer durante el parto, que si tuviera que medir en Newton-metro, me iba a tocar resucitarlo para inventar otra magnitud 😉 ), y eso me ha mantenido, me mantiene y me mantendrá (¡qué atemporal estoy hoy!) bastante apartado de mis necesidades, sean escribir cuatro letras en este blog, mis aficiones, o mis obligaciones, porque como ya sabéis los que sois padres, esta es «LA OBLIGACIÓN», y no conozco muchas cosas que se puedan disfrutar tanto como eso… ¡y sufrir también! Para que nos vamos a engañar, pero son sufrimientos que, aunque parezca mentira, cuando han pasado los hechas de menos 🙂

Por otro lado, mi mente inquieta, de mecánico venido a más (nuevo título para este humilde blog), no ha parado ni un segundo, y aunque estoy intentando aprender a vivir de manera más reflexiva, el cerebro apresado en este cráneo, de magnitud importante aunque limitado en contenido por los algodones olvidados por los doctores en su interior, es una olla en ebullición. También me ha dado tiempo de retomar algo de estudio, y me dio por el tema de la eficiencia energética, que aunque muy manido últimamente, encierra grandes secretos sobre el funcionamiento de los sistemas de energía que mueven el mundo, por mucho que algunos profesores se hayan emperrado en ocultar detrás de apuntes aburridos, métodos de aprendizaje soporíferos, y escuelas que hacen las cuentas de la lechera; las económicas, claro.

Profesionalmente sigo en contacto con la industria, aprendiendo cada día más y más, y quiero creer que ese desequilibrio interno, de aprender mucho y transmitir poco, últimamente está perturbando mi ya maltrecha salud mental, y es que por mucho que le explico cosas a mí hijo y a mi mujer, no consigo que pasen más de tres minutos sin que se duerman…

Eso sí, los he enganchado al Así se hace, al Cómo lo hacen, al Megaconstrucciones y por supuesto mi hijo ya tiene una caja de herramientas completa, que como buen mecánico está en perfecto estado de revisión (permitirme que salga del PC a partirme…). Por cierto, el mamón hoy me ha cogido despistado, y como dejé mi multímetro encima de la mesa, lo he pillado poniendo las bananas en una pila como me ve hacer a mí, para ver el estado de carga.

Friki ¿eh? Pero a estas alturas de blog ¿alguien pensaba lo contrario?

P.D.: Por suerte, no sabe que tiene que quitar las fundas a las bananas para poder medir.Todo llegará…

Fuente: Wikipedia

Realmente es muy difícil, yo mismo, aunque escriba esto, soy el primero que incumplo el título muchas veces, el ritmo de vida, las prisas, las ocupaciones, los horarios, etc; pero vamos a reflexionar igualmente sobre ello. Tampoco perdemos nada…

¿Cómo estás? Esa parece ser una pregunta cordial, de amabilidad, o simplemente de primer contacto, pero encierra un gran mensaje interior, la demostración de interés (suponiendo siempre que no somos unos hipócritas). Todos vivimos pensando que tenemos que ser interesantes para alguien, para nuestros padres, para nuestros hermanos, para la familia, para los compañeros… ¡y es así! O debería ser, pero ¿cómo reforzamos esos lazos?

Cuantas veces nos olvidamos que haciendo hablar a otra persona, nos permite acercarnos un poco más a ella, a su día, a su vida, a sus intereses, a sus dolores, a sus traumas… Y lógica y sencillamente, la manera de hacer hablar a otras personas es mediante las preguntas. No quiero entrar a hablar sobre técnicas, ni PNL, ni psicología, ni nadená, simplemente quiero reflexionar sobre un nexo que une personas, la pregunta.

Pese que hay preguntas vacías, y también respuestas vacías, preguntar es una demostración de interés, así como lo es obtener una respuesta. A no ser que se trate de una conversación mal llevada, o un interrogatorio policial (y no es que yo sepa nada de esto… jejeje), hacer intercambios de preguntas suele enriquecer una conversación, y he ahí el quid de la cuestión.

Si cuando entablamos una conversación con una persona, lo primero que hacemos es explicarle lo bien o lo mal que nos va la vida, del partido de ayer, de tal político o del vecino del quinto, al acabar la conversación, qué sabremos de él ¿cómo se encontraba? ¿cómo le había ido el día? ¿quería comentarme algo? ¿estaba feliz por algún motivo? ¿habría alguna novedad en su vida?

Os propongo una cosa, a partir de ahora observar a las personas de vuestro entorno, y identificar a aquellos que lanzan preguntas contínuamente, o a los que no lo hacen, y vosotros mismos os sorprenderéis de los vínculos con unos y otros.

Finalmente, todos conocemos personas que hablan contínuamente, y ya no entramos si las conversaciones o temas son más o menos intrascendentes o interesantes, pero lo que si os puedo asegurar si los observáis, es que cuando «acaban» contigo, no saben nada de tí, y como leí hace poco en el discurso de Bobby Kennedy: […] aquellos que viven con nosotros son nuestros hermanos, que comparten con nosotros el mismo corto momento de vida, que solo buscan, como nosotros, la oportunidad de vivir la vida con bienestar y felicidad, disfrutando lo que la satisfacción y el logro les proporciona.[…] Así que, preguntemos un poco más a los demás, y plantaremos las semillas para ser un poco más felices…

O al menos eso creo yo ¿no?

Es curioso el objeto de mi observación,por parecer interesante diré que, casi investigación…

Cuando empecé a escribir en este blog, lógicamente estaba pendiente a mi entorno virtual, otros blogs técnicos (o intentos de ello), unos cuantos de renombre en el campo de la ciencia, algún que otro sobre gestión o empresa, y alguna cosilla más de mi interés ¡¡¡algunos de ellos realmente fascinantes!!!

Pues bien, resulta que he estado ojeando todos los blogs a los que fui asiduo, o simplemente seguidor, ya fueran de ciencias o de letras, famosillos o de barrio, bonitos o feos, y a todos sus creadores les ha pasado lo mismo que a mí, la vida le ha llevado por otros derroteros, ya sean proyectos laborales, descendencia, agotamiento o simplemente hastío.

Simplemente me ha hecho gracia constatar una sensación que ya tenía, que esto de tener un blog, y dedicarle horas (ni os podéis imaginar la de horas que hay en este blog), es una experiencia más; la pruebas, la disfrutas, la exprimes, la sufres, y al finalizar… os hiero la matas, o para aquellos flojos de espíritu, la duermes.

Es curioso, que yo mismo estoy ofreciendo resistencia al «ocaso blogeril», pero quizás es inevitable el apagón ¡seguiré reflexionando!

Hace unos días, me quedé hasta la 1:30 de la madrugada viendo la película Bobby, que trata sobre los momentos previos al asesinato de Robert F. Kennedy. Comento lo de la hora, ya que pensaba que a esas horas, con los sentimientos «flojeando», escuché un discurso pronunciado por Robert que acompañaba los últimos minutos de la película y que me tocó la «fibra sensible».

Como aún tenía tiempo antes de que Morfeo me atrapara en sus redes, busqué en Internet el discurso y me lo envié al e-mail para leerlo con calma, y ver si fue un momento de «flojera», o realmente es tan bueno como me pareció; sinceramente, me sigue pareciendo fantástico. Creo que solo hay que arrancarlo del momento histórico en que se pronunció, globalizarlo y externalizarlo (parezco un consultor de empresas) del contexto norteamericano, y me parece vigente y universal. Aquí os lo dejo:

Hoy no es un día para política, aprovecharé mi único acto de hoy, para hablarles brevemente, de la insensata violencia en América, que de nuevo salpica a nuestro país y la vida de todos nosotros. No incumbe a una sola raza, las víctimas de la violencia son negras y blancas, ricas y pobres, jóvenes y viejas, famosas y desconocidas; son sobre todas las cosas, seres humanos a los que otros seres humanos querían y necesitaban. Nadie, viva donde viva, haga lo que haga, puede estar seguro quien va a sufrir, por un acto insensato de derramamiento de sangre. Sin embargo, sigue, sigue y sigue en este país nuestro. ¿Por qué? ¿Qué ha conseguido siempre la violencia? ¿Qué ha creado siempre? Siempre que un americano pone fin a la vida de otro americano, innecesariamente, ya sea en nombre de la ley, o desafiando la ley, ya sea un hombre o de una banda que mata a sangre fría o con rabia, en una ataque de violencia, o respondiendo a la violencia, siempre que se rasgue el viento de una vida, que otro hombre ha tejido, torpe y penosamente, para él y sus hijos, siempre que hagamos eso, la nación entera será degradada. Y sin embargo parecemos tolerar un nivel creciente de violencia, que ignora nuestra común humanidad, y nuestras demandas a la civilización. Demasiadas veces celebramos la arrogancia y la chulería, y a los bravucones, demasiadas veces excusamos, a los que quieren construir su vida sobre los sueños destrozados de otros seres humanos. Pero hay una cosa clara, la violencia engendra violencia, la represión engendra venganza, y solo una limpieza de toda nuestra sociedad, puede arrancar este mal de nuestros corazones. Pues cuando enseñas a un hombre a odiar y temer a su hermano, cuando le enseñas que es un ser inferior, por su color, o sus creencias, o las normas que siguen, cuando le enseñas que los que son distintos a ti, amenazan tu libertad, o tu trabajo, o tu hogar, o tu familia, entonces aprende también a enfrentarse a los otros, no como conciudadano, si no como enemigos, recibiéndolos no como cooperantes, si no como invasores que subyugan y someten. Y al final aprendemos a mirar a nuestros hermanos como extraños, extraños con los que compartimos una ciudad pero no una comunidad, hombres ligados a nosotros en una vivienda común, pero no en un esfuerzo común. Tan solo aprendemos a compartir un miedo común, solo un deseo común, de alejarse del otro, solo un impulso común, de superar el desacuerdo con la fuerza. Nuestra vida en este planeta es demasiado corta, el trabajo por hacer es demasiado grande para dejar que ese espíritu prospere por más tiempo en esta tierra nuestra. Desde luego, no podemos prohibirlo con militares, ni con una resolución, pero quizás podamos recordar, aunque sea por un momento, que aquellos que viven con nosotros son nuestros hermanos, que comparten con nosotros el mismo corto momento de vida, que solo buscan, como nosotros, la oportunidad de vivir la vida con bienestar y felicidad, disfrutando lo que la satisfacción y el logro les proporciona. Seguramente este vínculo de sentido común, seguramente este vínculo de objetivos comunes, puede empezar a enseñarnos algo. Seguramente podremos aprender, por lo menos, a mirar alrededor a aquellos de nosotros que son nuestros semejantes, y seguramente podremos empezar a trabajar con algo más de entusiasmo y a curarnos mutuamente las heridas, y convertirnos otra vez, en hermanos y compatriotas de corazón.

Los que triunfan en la vida son aquellos que ante los problemas, buscan las oportunidades. No hablo de dinero, ni de éxito, hablo de personas. No doy lecciones a nadie, ni puedo ni debo, pero la vida me ha enseñado que todo lo que no suma, resta; los puntos medios y las medias tintas son para los que no quieren o no pueden llegar allí donde otros se sienten cómodos y felices.

Mi padre se encontraba haciendo los recados por el barrio como cualquier viernes por la mañana; subía por una de las aceras arboladas de la calle Jacinto Verdaguer, cuando tras adelantar a varias señoras que con animada conversación empujaban los carritos de sus nietos, se encontró de frente con un hombre que se tambaleaba mientras era esquivado por los transeúntes, bien por que pensaran que estuviera borracho, bien porque sus ajetreadas vidas les impidieran dedicar un poco de su valioso tiempo a preocuparse por la persona.

Mi padre, desgraciadamente como otras muchas personas, vive escarmentada de gente que no merecería ser ayudada ni aunque le fuera la vida en ello, pero dió un vistazo rápido al hombre y decidió tratar de asirlo por debajo de los hombros, y así evitar que cayera mientras le preguntaba:

– ¿Qué le pasa hombre? ¿se encuentra bien?-

– ¡Me mareo!¡me mareo! No puedo ver bien… – decía el hombre con voz temblorosa.

– Tranquilo, le llevaré al ambulatorio para que le vea un médico –

Mi padre, gallego de mollera y de constitución, hombre afable y tranquilo pero firme y un poco pesado, y pese a sus 73 años, pudo ayudar al hombre a llegar hasta el ambulatorio que había unos 500 metros más arriba. Cuando entró al recinto, rápidamente llamó a una de las personas que había en el mostrador para explicarle cómo había encontrado al hombre un momento antes, y que avisaran a un médico o a cualquier persona que pudiera atenderle; al momento llegaron un par de personas que se llevaron en una silla de ruedas al hombre, mientras mi padre, devuelto por su mente a sus quehaceres habituales, preguntó a la chica que le había atendido si podía marcharse; lógicamente ésta le dijo que sí, que ya había hecho la buena acción del día.

Mi padre, días después supo que al hombre al cual había ayudado, vivía dos porterías más arriba de su casa, y aún llevando más de 40 años viviendo a unos metros, por esta vorágine que nos aturde en las grandes ciudades, no habían reparado nunca uno en el otro. El caso es que desde entonces, José, que así se llama, cuando se cruza por la calle con mi padre, siempre comenta a sus acompañantes:

– ¡Mira! ¡este es el hombre que me salvó la vida! – Y es que por lo visto tuvo algún tipo de ataque que mi padre no sabe nombrar, cosas de la edad, pero que de haberse demorado en su atención, podía haber sido mortal.

Mi padre, hombre sencillo, gallego como dije, ni le da importancia, ni lo cuenta con ningún afán de aprobación, simplemente sonríe y siempre le pregunta cómo se encuentra. No hay más en él.

Ha sido mi padre quien me recordaba esta misma tarde esta historia en el hospital, donde esta ingresado desde hace unos días. Y es que el pasado viernes por la mañana, tras salir volando de casa porque tenía un gran dolor en el pecho, corría lo que podía hacia una de las principales arterias de la ciudad, en la que esperaba bien coger rápidamente un autobús para el hospital, o bien parar algún taxi con el mismo destino. Instinto de supervivencia o subidón de adrenalina, el caso es que tras no ver ningún transporte presto para su ayuda, y manteniendo la calma, sorprendente en él, ya que es persona muy nerviosa, recordó que un tiempo atrás había acompañado a José al ambulatorio unos metros más arriba, así que sin pensarlo dos veces, y con un tremendo dolor que cada vez le oprimía más el pecho, continuo hacia el dispensario.

Al llegar, saltándose la cola, pero con la tarjeta sanitaria en la mano, detalle muy propio de él, pidió rápidamente que por favor pidieran una ambulancia, que el dolor del pecho ya no le dejaba continuar más. Sin pensarlo, la chica del mostrador llamó por teléfono, y una persona apareció corriendo con una pastilla que le colocaron bajo la lengua, luego, lo recostaron en una camilla y fue atendido hasta que llegó la ambulancia. El resto sigue hasta acabar en una habitación de la unidad de coronarios, con un gran susto de los que depara la vida, pero del que afortunadamente saldrá para continuar disfrutando.

Es posible que gracias a esta serie de reacciones, mi padre este vivo a día de hoy, tan solo con una pequeña lesión en su corazón; primero porque es un hombre fuerte y saludable (y pesao) según dicen los doctores, y segundo porque como él mismo ha dicho: «me acordé de aquel hombre».

Así que, cosas de la vida, la próxima vez que mi padre encuentre a José le podrá decir: este hombre me salvó la vida.

Esto es una historia real, de las que la vida te reserva, pero nunca te prepara. Mi padre sufrió un infarto hace tres días, y empieza una nueva cuenta para él. Estas cosas vienen sin avisar, y se van siempre dejando cosas para aprender y recordar. Mi consejo, disfrutemos de lo que tenemos en cada momento, ya que no es poco; al final del camino, porque siempre hay un final, deberíamos poder decir, he disfrutado, he sido feliz. Yo al menos, espero que sea suficiente.

El viernes pasado tuve ocasión de ir a un espectáculo de guitarra, en un espacio, cuando menos, diferente para mí. La Iglesia de Sant Jaume, en pleno centro de la ciudad de Barcelona.

Dentro del IX Ciclo Barcelona de maestros de la guitarra española, asistí al concierto de Manuel González, maestro guitarrista, según algunos, el mejor de guitarra española actual. Yo no se si será el mejor o no, pero ahí va mi relato para que decidáis:

Allí estábamos, en el bonito e inigualable entorno de una iglesia del siglo XIV, toda hecha historias de pasión, sufrimiento, traición, amor, secretos, y allí, sentado frente a frente con el maestro, tocando él sólo para mí, escuchándole yo sólo a él.

La calidez de la madera de los retablos, la imaginería y los bancos, la linealidad en los tonos de las paredes y techos de piedra, esa luz tenue a la vez brillante de las iglesias, el maestro, y su manera de acariciar su guitarra, hicieron que me refugiara en un entorno de paz y sosiego interior, difícil de imaginar unos instantes antes en pleno centro de la ciudad de Barcelona.

No podía evitar observar y seguir cuidadosamente sus manos, como inevitable era pensar en las caricias que dedicaba a su guitarra, que se convertían en imágenes de ternura en mi mente. Cada vez que los movimientos de su mano izquierda, alternando por el mástil de su guitarra, me conducían a fijar mis ojos en su rostro, me invadía la calma. Una calma que casi me obligaba a fusionarme con el entorno, yo, la piedra, la madera, él lo hacía sencillo y lo permitía: entra, entra, entra…

En ese mismo instante podía haber pasado a formar parte de las centenarias paredes con una sonrisa en mis labios, y un epitafio escrito en la negra caída hacia la muerte: murió tranquilo, en pleno bullicio.

Vaya poeta, me falta sólo la trompeta, que diría Gloria Fuertes. Bueno, me ha dado la vena poeta, pero es que lo pensé más o menos así, y así lo he compartido con vosotros, porque me apetecía.

¡Ah! No dejéis de escuchar, y si tenéis oportunidad, de ir a ver a este hombre.

Abrir el cajón del escritorio que tenéis al lado ahora mismo… ¿qué veis? Nooooo, no me lo expliquéis…

El otro día pensaba en la de cables que se llegan a juntar en mi cajón (y algunas cajas del trastero), debido a compras de ordenadores, reproductores, cámaras, móviles, adaptadores, televisores, equipos de música…

Cables IDE, cables de auriculares, cables de cargadores de corriente, cables USB con hasta 4 tipos de conector, adaptadores, alargos, cables ATA, cables de red, cables de teléfono, cables de antena…y si miro en las cajas…

Como ya sabéis que no estoy muy fino de la cabeza, me dio por empezar a calcular.

Fuente: Wikipedia
Fuente: Wikipedia

El diámetro de la Tierra por el Ecuador es de 12.756,8 km, que multiplicado por π,  nos da un longitud de circunferencia (Lc) de 40076,66916331427438442024911182km.

Os engañaría si dijera que he hecho un estudio estadístico basándome en una muestra representativa de los cables más usuales en nuestros hogares, así que, la verdad es que a grosso modo he determinado que la media está en un cable de 600mm (0,0006km) de longitud.

Omitiré el hecho de que existen cables encapsulados con topo tipo de materiales, plásticos, metálicos, y me limitaré a decir que un cable está compuesto por una funda plástica, con un hilo interior de cobre (aunque sean varios filamentos), pero que por aproximación diremos que suelen tener la gran mayoría dos hilos.

Voy a seguir estimando, y diré que en muchas casas, creo que nos podemos encontrar una media de 10 cables en el cajón, y de las últimas estadísticas sobre porcentajes de población con teléfono móvil, televisión, internet, etc, de la que usaré el dato de que el 27,3% de la población tiene un PC.

Esta es una de las cosas más importantes que te enseñan cuando estudias: estimar, idealizar y sobredimensionar… ¡vaya tela!

Bueno, vamos a juntar datos:

  • Lc de la tierra = 40076,66916331427438442024911182km
  • 1 cable, que suele tener 2 hilos, mide un total de 0,0012km
  • estimamos que todo aquel que tiene un PC en casa, tiene unos 10 cables
  • la población mundial es de 6.791.170.386 personas, y un 27,3% de esta tiene un PC

Total, que empezamos a mezclar datos y resulta que para cubrir la Lc de la tierra, con la longitud media de un cable que me he inventado:

33.397.225 de cables necesarios para dar 1 vuelta a la Tierra por el Ecuador

Si un 27,3% de la población tiene un PC, resulta que:

1.853.989.515 personas tienen 10 cables en casa

Total, que si juntamos los 10 cables de cada propietario de un PC, y lo dividimos por el numero de cables necesarios para dar 1 vuelta a la Tierra por el Ecuador, tenemos:

≈555 vueltas a la Tierra con los cables que tenemos en el cajón

¡¡¡Alucinante!!! Imaginar el potencial  de conexión que tenemos en el cajón. Como se entere Zapatero, se va a pensar que esta conexión sería un gran impulso para su alianza de civilizaciones…